New Delhi. Día 1. 10 de julio del 2018
Primera parada: New Delhi.
Llegó el día. Después de más de 3 años con la idea en firme, y toda una vida con el sueño vagando por nuestras mentes, llegó el día de embarcarnos en la que hasta la fecha, ha sido la mayor aventura (pero seguro que no la última).
En el aeropuerto nos despedimos de nuestros familiares y algún amigo que vino de sorpresa a despedirnos. Una mezcla de nervios, excitación y vacío en el estómago dominaba nuestros cuerpos y entre lágrimas nos despedimos sin saber cuándo nos volveríamos a ver.

¡Despegamos!
Una vez ya despegó el primer vuelo, destino Kiev, los nervios se calmaron y empezaba el juego. Aunque no éramos plenamente conscientes de ello, la felicidad y las ganas de pisar otro país, otro continente, nos embriagaban. Cuando llegamos a Kiev y cogimos el avión que nos llevaría a New Delhi, teníamos ganas de dormir y despertar ya en el nuevo lugar. Pero no fue así. Era la primera vez que subíamos en un avión de doble pasillo y alucinamos con la cantidad de gente que cabía allí. También pensábamos que serían algo más cómodos que los aviones normales, pero lo cierto es que el nuestro no lo era. Se nos sentó al lado un chico de India y empezamos a hablar con él. Nos explicó 4 cosas del país y nuestros ojos hacían chiribitas imaginando que veríamos y probaríamos lo que nos estaba explicando. Esta vez, íbamos a ser nosotros los que explicáramos la historia. Al poco nos trajeron la cena, que nos pareció bastante buena para ser comia de avión, y luego intentamos dormir, pero sin mucho éxito (a pesar de habernos tomado una pastilla para lograrlo). Como mucho durmimos una o dos horas y sobre las 7 de la mañana llegamos a tierras indias.


Lo primero que hay que hacer cuando llegas a un aeropuerto extrangero, después de pasar por inmigración para presentar tu visado, son dos cosas: cambiar dinero y conseguir una tarjeta SIM. Esto último es bastante opcional, ya que seguramente te salga más caro en el aeropuerto pero nosotros, en el caso de India, estábamos dispuestos a pagar un poco más pero tener internet y así no perdernos. Y aquí empieza la serie de catastróficas desdichas.
La tienda de Vodafone del aeropuerto (habíamos escogido Vodafone porque habíamos leído y comparado y era la que mejor oferta tenía) estaba cerrada y nos dijeron que abrían en una hora. Así que decidimos salir, dar una vuelta por los alrededores, tal vez comer algo, y luego volver a comprar la tarjeta. Una vez cruzamos las puertas, la hostia de calor sofocante nos pegó de lleno en la cara. Es como cuando pasas por el aparato de un aire acondicionado que saca el aire caliente del lugar. Pues bien, esa fue la primera cagada, porque una vez sales del aeropuerto de New Delhi no puedes volver a entrar, a no ser que entres para coger un vuelo. Así que nos vimos en la ciudad del caos sin internet, con las horas de sueño y las mochilas a nuestras espaldas. Por suerte, mujer previsora vale por dos, y Marta había hecho algunas fotos del Google Maps de dónde se encontraba el hostal.
Caminamos un poco y cogimos el metro, que nos pareció bastante moderno. Eso sí, a la entrada del metro te hacen pasar tus pertenencias por una máquina como las del control del aeropuerto. Además, algo que nos llamó la atención fueron los “tickets” del metro: son unas monedas de plástico que las introduces en la máquina y se abren las puertas. (La foto es de internet, no hemos encontrado donde tenemos la nuestra 😥).

Una bienvenida turbulenta
Cuando llegamos a nuestra parada y salimos a la calle, al barrio de Paharganj, la realidad nos dio de lleno en la cara. Habíamos leído mucho, habíamos visto muchos vídeos, pero no es comparable a vivirlo en tus carnes. A parte del calor sofocante, los intensos olores a contaminación sobretodo, pero también a suciedad, a aceite quemado de los puestos de comida, se sumaba al hecho de ver a gente en la calle, sin nada, un montón de basura por las calles, el ruido constante del tráfico, un montón de gente arriba y abajo. En definitiva, el auténtico CAOS.
Siguiendo las fotos del mapa, nos situamos en la calle del Main Bazar y, aunque ya lo sabíamos, éramos un blanco fácil: 2 turistas recién llegados, desubicados, con las mochilas y el cansancio a cuestas. Empezaron a venir varios hombres preguntándonos a dónde íbamos, que ellos eran de nuestro hostal que habían venido a buscarnos, etc. Parece mentira pero puedes ser MUY insisitentes. Al final, por educación, empezamos a seguir a uno que “nos estaba guiando”, pero cada vez nos alejaba más del núcelo de la gente y nos apartada de donde, según el mapa, estaba nuestro hostal. No paraba de hablarnos, para no darnos tregua pero al final, nos dio muy mala espina y le dijimos que no, que dábamos media vuelta. Se hizo el indignado: ¿Cómo podíamos desconfiar de él? Que no iba a hacernos daño ni nada. No lo sabemos pero lo dejamos allí y volvimos tras nuestros pasos hasta que al final, un conductor de tuktuk nos guió bien a nuestro sitio.


De este nos fiamos porque cuando empezamos a seguir al primero nos dijo que no nos llevaba al lugar que queríamos. Fuera como fuese, conseguimos llegar al hostal sobre las 10 de la mañana, sedientos, con sueño y con una muy mala sensación. El hostal, escondido entre las callejuelas de Paharjang, el barrio más barato y mochilero de New Delhi, no era nada del otro mundo, pero nos sentimos a salvo. Tenía un lavabo pequeño y la habitación donde cabía la cama y poco más. La luz era escasa y la ventana daba a una callejuela en la si te asomabas sólo veías miles de cables cruzados. Con el susto en el cuerpo y la sensación de que estábamos perdidos en medio del caos, ese día lo pasamos en el hostal, aprovechando el wifi para memorizar la ruta que haríamos al día siguiente hasta la tienda de Vodafone y así, poder movernos sobre seguro.
El viaje no empezaba de la mejor manera, pero teníamos la esperanza que al día siguiente la cosa iría mejor.
I received it. The texture is really good to the touch. I like it very much.